El poema dedicado no es solo una disculpa por un trato poco ético, es mucho más; al aceptar que también están en el camino de la salvación ("con Dios será un día también"), se convierten en palabras de acercamiento interreligioso.
Aquí queda:
¡Benditos seáis los odiados,los tremebundos maldecidos,los eternos vencidos y eternos desterrados,en pasajeras cuevas y tranhumantes nidos!¡Benditos, oh judíos, desterrados de España!Dueños de oro y del trabajo,fuisteis los proveedores de ruecas e incensarios;os pidieron favores los hidalgos precarios,dominasteis arriba y ayudastes abajo.En el nombre del Desolladoy atrozmente Crucificadopor quien fue judío malvado,consagro estos versos de biena quen es ignorado, y quiencon Dios será un día también.Divinos ojos, divinas bocas,de la Rebecas y de las Saras,cándidos velos y negras tocas,perfumes, cuentas, sonrisas raras,gestos esquivos, y caprichosascosasde esas mujeres avarasde las rosasde sus caras,y dueñas, en sus ojos, de una luz infinita,que hace mirar profundos horizontes,y con fuga de barcos y visiones de montesla gente misteriosa de la raza semita.
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