Hace ya años, el ecumenista Josef Kuschel proponía profundizar en lo que implica compartir su fe, pertenecer a la misma casa. Abrahán es un punto de encuentro entre nosotros y una instancia crítica para las tentaciones del exclusivismo. Él fue un inmigrante, un extranjero: nadie puede apropiárselo. Su modo originario de vivir la fe es "hallarse en camino". Su fe no es la de alguien que se cree en posesión de la verdad, sino la de aquél que va tras la verdad y marcha, con confianza, "hacia lo desconocido". (...)
Es una nfe exigente con el creyente pero tolerante conlos que adoran a Dios de otra manera. Sólo rechaza la idolatría: la divinización de las creaciones humanas. Su centro es la entrega confiada a la voluntad de Dios: emuna, pistis, Islam.
Confesarnos hijos e hijas de un mismo Dios y descendientes de Abrahán pasa por reconocer y reconstruir la fraternidad entre las tres religiones "hermanas". Necesitamos fortalecer nuestra conciencia de pertenencia a una misma familia, en favor de toda la humanidad. La memoria de Abrahán, Sara y Agar, no es letra muerta, necesita ser actualizada.
(Lucía Ramón Carbonell)
Publicado en Vida Nueva el 3 del 10 del 08
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